martes, 24 de julio de 2012

[nochesinluna]


Camino y siento frío.
Juego a que fumo, a bocanadas.
Y pienso.
Y miro.
Y no está.

Llego y saludo.
Me llamás. Te ayudo.
Yo siempre ayudo.
Y me siento impotente.

Brindamos, comemos.
Y yo me sonrío.
Yo siempre sonrío.
Y me siento distinto.

La miro, diferente.
La traición no está en mi diccionario.
¿Pero qué pasó?
Y yo entiendo.
Yo siempre entiendo.
Y ahí si, no siento.

Camino y siento frío.
Juego a que fumo, a bocanadas.
Y pienso.
Y miro.
Y no está.

Que vuelva la luna.
Que vuelva la luz.

sábado, 14 de julio de 2012

cactus

Te di lo necesario para que sigas allí.
Latiendo. Creciendo.


Fue fácil, claramente,
porque no hacía falta mucho más que admirarte.


Fuiste una elevada metáfora
de todo lo que me sucedía.


Y de todo lo que me sigue sucediendo.


Intacto y pequeño me demostraste, nuevamente,
tu belleza y simplicidad.


Olfato, Gusto, Vista, Oído.


y Cacto.

Mis sonrisas se multiplicaron, como siempre,
a pesar de que te sigas acompañando de espinas.




[paradoja]

Tus somatizaciones son lo más sano 
que el almanaque me trajo en estos últimos tiempos.

Tus dientes falsos, sus grisáceas e imponentes coronas,
convierten de forma mágica tu sonrisa
en la más contagiosa que jamás haya visto.

Tu bajísima estatura y tus excedidos kilos demás, 
te transforman en la envidia de la playa 
y todo lugar que recorras sin algunas prendas.

Tu hiperhidrosis te recubre de un sudor que habita cada espacio de tu dermis, 
y aunque provoca ese brillo constante sobre tu cara en toda fotografía, 
hace que enfermamente quieran retratarte a cada segundo.

Tu imperfección física constante es, precisamente, 
el arma que nos atrae a todos hacia vos,
hacia tus labios….

… los más azucarados y malalientados
de los que jamás me haya enamorado.

Cuando...

Cuando todo parece su culpa
y no lo es.

Cuando sólo es un momento
y después incomodidad.

Cuando hay distancia
de los que te quieren.

Cuando no hay lugar no en tu lugar.

Cuando todos se vuelven extraños, incómodos.

Cuando no te ves, no te imaginás.

Ahí, date cuenta: algo pasa con vos.

Ahí, cuando en la vida te sentís un trapo de piso.

Homeostasis

Siempre supuse que era mi culpa.
Siempre lo supe.


Entendí que todo tenía que ver con que no era suficiente,
no estaba a la altura.


Pero algo sonó en mi cabeza, luego de mucho tiempo.
Resignificó una historia entera en segundos.


[click!]


Me di vuelta y solté tu mano, 
porque ya no estarías a mi lado.


Tomar la responsabilidad y la culpa,
fueron mi forma de mantener el equilibrio.


La homeostasis fue posible,
gracias al peso que puse en mis hombros.


Pero ahora, me esperan otros caminos. Otros destinos.
Cara. O Seca.


Me fui en silencio, respirando hondo,
deseando que me detengas, que tomaras consciencia de lo que te perdías.


Pero no lo hiciste.
Y se que te hizo mal.


Pero todos lastimamos alguna vez.
Hace falta. Al menos una vez.  

Su historia

Pequeño y robotizado
por momentos no parecía humano.


La vida, si así se la podía llamar,
no había sido tan grata con él.


La moneda cayó del lado equivocado,
o simplemente no cayó en ninguna parte.

Nunca se escuchó el ruido del metal.


Pequeño y robotizado,
nunca supo bien su origen.
De donde ni de quién venía.


Y así se fue (des)armando un destino.
Él la llamaba su historia triste.


Pocas veces reía, saltaba, jugaba.
Solo, pero inquieto, escribía sentado grillas intrigantes.


Algo latía pequeño, fugaz, 
en una mirada que nunca era sostenida. 
Más que de costado.


Sin nada, sin nadie. Casi como un paquete humano.
Casi. Mi optimismo.


Muchas veces me pregunto qué será de él.
Y muchas otras veces recuerdo ese día,
que lo hicimos pasar al frente y lloró al mostrar sus dibujos.


Él, pequeño y robotizado,
con su historia triste,
que solo lloraba cuando lo aplaudían.

No.

No podía entender.
No podía sentir.
No podía.

No quería saber.
No quería creer.
No quería.

No entendía por qué.
No entendía de mí.
No entendía.

No decía tal vez.
No decía que sí.
No decía.

No sabía de ti.
No sabía vivir.
No sabía.

Elocuente.
Podía escribir.
Quería lamer.

Creyente.

Recé cada noche para que la tormenta pasara.
Juntaba mis manos, esperando ser escuchado.


Plegarias numerosas y diferentes,
todas y cada una destinadas a ti, a nosotros.


Oré cada momento, cada segundo,
para que podamos seguir estando juntos.


Invoqué todo lo que fuera posible,
para que estés conmigo, y no me dejes.


Oraciones constantes fueron mi compañía,
permitiéndome creer en nosotros.


Recé tanto, oré tanto, 
que te fuiste... y ni me di cuenta.


No hice nada.
Hay que separar las manos.
HACER.