martes, 25 de septiembre de 2012

Las dos angustias.

Primero fue la imposibilidad.
No dormir. No entender.
Sí sentir.
Casi respirar.

Bajar cinco kilos y convertirse en una pasa de uva disecada.
Porque realmente, el exceso de lágrimas seca.
Adoptar continuamente la posición fetal. 
Esperando que algo suceda.

Cruzar los brazos por el abdomen,
y convertirse en un ovillo de lana.
En el  piso.
Seco.

Si la lana sintiera algo, sin dudas no sería eso.
No sería.

Pero supongo que se pararme.
Se Pararme.

Y segundo fue la incertidumbre.
La certeza de la angustia pasó a un segundo plano.
Para dar paso a lo inesperado.

A no entender nada.
A sonreír con la pregunta.
A reírse de lo imposible, de lo inentendible.

A entender que la complejidad y lo desconocido priman por sobre todo.
Y fue exactamente esa sensación la que algo tranquilizó.
Poder abrazar la imposibilidad como nunca.

Hacer que las pasas vuelvan a latir.
Hacer que se pueda llorar sin culpas.
Y que, todo esto, devuelva la sonrisa a su lugar.

Una sonrisa genuina, de energía convertida.
De esa posibilidad que no todo el mundo tiene.

Ese es, sin dudas, mi talón de Aquiles.





No hay comentarios: