El reloj apremiaba,
como siempre.
Y la esquina de ese bar [ese]
me hizo acordarte.
Perdón, re-acordarte.
Lo más sincero y gracioso
fue que te vi sonreirte.
Estabas allí.
Una vez más.
Entré desplegando mi algería
en un reencuentro que no nos decía mucho
[y nos hacía mucho menos]
Pero nos alegraba,
como siempre.
Y te conté.
Una, dos, treintaysiete cosas.
En segundos.
Y vos contaste una sola.
"Yo no sé qué pasa, pero ando necesitando mi soledad".
Te anoté mi cumpleaños en la agenda,
hice un chiste,
y a razón de segundos me estaba parando.
"Quizá hace falta que finalmente lo hagas".
Y me fui.
Mi locura me sorpende, siempre.
Pero como el mejor de los amantes,
te había concedido tu deseo.
[ los sueños, sueños son... pero aquí... ]
lunes, 10 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hermoso texto!... El otro día al final no te llame y me quede con ganas de hablar con vos!...
A ver cuando nos vemos!!!
Amoté!
Publicar un comentario